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Moisés Asagkai: Conservar el bosque también significa conservar el alma de mi pueblo

  • Foto del escritor: Comunicaciones COOPBAM
    Comunicaciones COOPBAM
  • 20 jun
  • 3 Min. de lectura

Foto: Alicia Medina. Archivo COOPBAM.
Foto: Alicia Medina. Archivo COOPBAM.

Moisés Asagkai Wajai no necesita explicar mucho para que uno entienda de dónde viene. Basta con escucharlo hablar del bosque para comprender que su vida está entrelazada con cada hoja, cada murmullo de la fauna y cada gota de lluvia que cae sobre la selva. “Yo nací del bosque. Es mi escuela, mi historia, mi casa”, dice con una serenidad que solo se obtiene de vivir en armonía con la naturaleza.


Desde su comunidad, Alto Mayo —una zona de amortiguamiento del Bosque de Protección Alto Mayo—, Moisés ha encontrado una forma de hacer resistencia pacífica: cultivando la tierra sin herirla, y enseñando a su comunidad que conservar no es renunciar al progreso, sino caminar con él de la mano del bosque. “Mi nombre representa la esperanza de liberarnos de quienes destruyen nuestro hogar, y mi apellido, el legado que me dejaron mis abuelos: el respeto por la vida, por la cultura Awajún y por el bosque”, explica.


La historia de su familia es parte de la historia del bosque. En 1976, su abuelo y su padre, junto a otros líderes, lograron la titulación de más de 10 mil hectáreas, asegurando el territorio para su pueblo. “Nuestros abuelos nos dejaron un inmenso bosque, y ahora nosotros tenemos la responsabilidad de protegerlo”, dice con orgullo.


Sin embargo, durante años la comunidad sufrió las consecuencias de la deforestación. El conocimiento tradicional empezó a perderse y el bosque, a enmudecer. “Nosotros mismos contribuimos a su destrucción, sin darnos cuenta. Pero ahora entendemos que podemos vivir del bosque sin destruirlo. Ikam etsagami, sanemos el bosque, es lo que repito siempre”, afirma Moisés con convicción.


Desde que asumió como jefe comunitario en 2015, impulsó un cambio profundo. Promovió la firma de acuerdos de conservación y la adopción de prácticas agroecológicas en las chacras. “Hoy cultivamos cacao, café, vainilla, yuca y pitajaya sin agredir la tierra. Hemos aprendido a aprovechar lo que la selva nos da sin explotarla. Antes no conocíamos la tecnificación; ahora aprendemos a trabajar con respeto por la tierra y el agua, que son nuestra vida”, señala.


Pero la lucha de Moisés no se limita. Él entiende que conservar el bosque también significa conservar el alma de su pueblo. “Cuando el bosque se debilita, también se debilita nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestra identidad. Por eso, protegerlo es también defender lo que somos como pueblo Awajún”, expresa.


Ha promovido clases de lengua Awajún para niños y jóvenes, y fomenta el orgullo por su cultura ancestral. “Si perdemos el bosque, perdemos nuestro idioma. Y sin idioma, dejamos de ser nosotros mismos”, insiste.


Hoy, Moisés vive con su familia, rodeado de árboles que plantaron sus antepasados y de un futuro que él mismo ayuda a sembrar. Su sueño es construir un modelo de desarrollo donde los Awajún puedan crecer sin perder su esencia. “Queremos demostrar que sí se puede vivir del cacao sin destruir lo que nos hace ser Awajún”, dice.


Cada paso de Moisés es un acto de fe. De fe en su gente, en el bosque y en una forma distinta de convivir con la naturaleza. Su mensaje —Ikam etsagami— no es solo una frase: es una guía, un llamado, un compromiso. Porque sanar el bosque, como él bien dice, es también sanar nuestra historia, nuestra cultura y nuestro futuro.

 
 
 

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